¿A QUÉ MANDAMOS NUESTROS HIJOS A LA ESCUELA?
Lic. Arql. Guillermo Marín
tolteca-guillermomarin.blogspot.mx
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A partir de muchos años de investigar la civilización del Anáhuac, que
tuvo el primer sistema educativo, obligatorio, público y gratuito del mundo por
lo menos a lo largo de tres mil años, hasta que lo destruyeron los españoles [con
la conquista] en 1521.
Por la experiencia de dirigir dos escuelas preparatorias, la dirección
de centros culturales y mi propia experiencia como estudiante, en donde tuve
que cursar mi carrera dos veces, porque la primera me la anularon, pero sobre
todo, por analizar la enseñanza, llego a la conclusión que muchos padres no
saben a que van sus hijos a la escuela.
Pero también, por desgracia, tampoco lo saben claramente los directores
y maestros, y por consiguiente, los alumnos también.
Existen muchos mitos y fantasías sobre la escuela, verdades a medias y
dogmas, con los que se mantiene una institución caduca, inservible y totalmente
ineficaz.
Porque debemos reconocerlo, la educación académica es un fraude en la
actualidad.
Ni siquiera hablaremos de la “calidad”. El simple hecho de que existen
miles de graduados que no tienen trabajo y muchos más están en “chambitas” o en
el mercado informal.
Ya no garantiza la educación superior un trabajo decoroso y medianamente
pagado. Además que a los gobiernos no les conviene tener pueblos educados,
conscientes, críticos, exigentes y participativos.
Es saludable, para este artículo, diferenciar la educación de la
instrucción. La primera es un proceso de trasmisión de valores, la segunda de
conocimientos. Por lo tanto, existen personas con muchos conocimientos pero sin
valores, es decir, sin educación.
Y por el contrario, existen muchas personas con poca o nula instrucción
académica pero que poseen una solida educación en valores. De lo que se
desprende que tenemos educación académica para la vida y otra para el trabajo.
Una humanista y la otra técnica. Una para desarrollar a seres humanos
integrales y la otra para preparar cuadros de empleados para el Mercado.
Es necesario puntualizar también que el Estado criollo, de manera
criminal e irresponsable ha venido saboteando la educación pública. Si bien,
ésta nació en 1921 con José Vasconcelos y la creación de la SEP,
lo cierto es que desde que el gobierno empezó a usar al magisterio como
el organizador de las elecciones en el llamado pri-gobierno, el magisterio se
corrompió al convertirse en un instrumento del Estado para simular una
democracia y los maestros, por su trabajo político, empezaron a penetrar,
trepar y reclamar espacios, puestos y prebendas políticas en el sistema.
Jongitud Barrios y Elba Esther Gordillo son el prototipo del maestro
exitoso y de ahí para abajo, desde Senadores hasta comisionados, pasando por
funcionarios de los tres niveles de gobierno.
Pero la pregunta base, ¿a qué mandamos a los hijos a la escuela?
Muchos creen, equivocadamente, que a aprender conocimientos para poder
ganar dinero, pero la verdad, salvo los conocimientos básicos de 1º , 3 º y 5 º
año de primaria, es decir, escribir, leer, matemáticas básicas, en general, los
conocimientos de secundaria, bachillerato y en muchos casos de nivel superior
se olvidan o caducan.
En efecto, los niños y los muchachos no son computadoras en las que los
profesores “vacían” información. Además, la información por sí misma no se
convierte en conocimiento, requiere de un proceso intelectual-emocional que
solo hace el ser humano, y lo hace no solo con el cerebro.
Otros padres piensan que en la escuela se “educan sus hijos”. Totalmente
equivocado. La educación es un proceso a lo largo de toda la vida que se
sustenta en la trasmisión de valores para formar al individuo, por ello, la
educación –en su primera etapa-, se da en casa y los maestros son los padres,
el modelo pedagógico es el amor y la didáctica es el ejemplo.
Si un padre no puede “educar” a sus tres hijos, es imposible que un
maestro mal pagado, pesimamente capacitado, con programas obsoletos, una
burocracia deprimente y corrupta, pueda y quiera “educar a 30 niños”.
El maestro, -como todos los profesionistas- creados en el sistema
actual, lo que quiere es “ganar más dinero”, comprar todo lo que les mandan los
medios, trabajar menos y tener una vida cómoda, “como la de un diputado”, sin
importarle un comino su familia, su comunidad, su país y el mundo entero.
Entonces, ¿a qué deberían ir los muchachos a la escuela? Como dijimos al
principio, los VALORES se enseñan en casa, desde la cuna.
Hábitos
Las acciones repetitivas [costumbres]
que un niño hace diariamente, al tiempo se convierten en HÁBITOS. Los
hábitos, que pueden ser buenos o malos, cuando se estructuran forman el
CARÁCTER de las personas, con los años el carácter define el DESTINO de la
gente.
De modo que no hay “buena o mala suerte”. Los valores forman hábitos y
éstos sumados crean el carácter de los individuos, con el tiempo ese “carácter”
definirá el destino de las personas.
¿Cuáles serían esos VALORES que el niño aprende en casa y que va a la
escuela a reforzarlos a ponerlos en práctica cotidianamente en el salón de clases?
Por nuestra experiencia teórica en la educación tolteca emanada de la
Toltecáyotl y la práctica de dirigir escuelas, hemos definido al menos siete
VALORES fundamentales en la educación para la vida y el trabajo de los
estudiantes:
1) La Disciplina, 2) La Responsabilidad, 3) La capacidad de desarrollar
la Atención, Concentración y Abstracción, 4) La capacidad de la Comunicación
oral y por escrito, 5) El Trabajo en Equipo, 6) El Respeto en todos los
niveles, y 7) La Consciencia/solidaridad Comunitaria.
HUNAB KU
La DISCIPLINA implica, hacer lo que debo hacer…aunque no me guste
hacerlo, y no hacer lo que no debo hacer…aunque me guste hacerlo.
La RESPONSABILIDAD implica que nadie me esté repitiendo lo que tengo que
hacer, que con una indicación cumpla con mi deber por mí mismo.
La ATENCIÓN, CONCENTRACIÓN y LA ABSTRACCIÓN, implica la capacidad de
desarrollar estas posibilidades humanas a partir de enseñar al cerebro y al
cuerpo a realizar estas funciones, sin ser vencidos fácilmente por las distracciones,
sueño, ruidos, incomodidad, etc.
La COMUNICACIÓN implica que el individuo sea capaz de exteriorizar de
manera oral y por escrito lo que piensa y siente de su mundo interno y externo.
La comunicación se sustenta en la capacidad de “saber escuchar” al ser interno,
a las personas que le rodean y al mundo en el que vive.
El TRABAJO EN EQUIPO implica la capacidad de poder coordinarse y
organizarse con un grupo de personas para lograr un fin común. Requiere reducir
el ego, desarrollar la tolerancia y mantener una actitud “proactiva”. Aprender
y desarrollar que “el nosotros colectivo” es más eficaz que el “yo individual”
en el resultado del trabajo.
El RESPETO implica esencialmente desarrollar el respeto interior a uno
mismo, a la vida, a la comunidad, a las instituciones, a la autoridad y a los
que dependen de uno, a los desvalidos y a los diferentes. Y finalmente...
La CONSCIENCIA/SOLIDARIDAD COMUNITARIA, implica entenderse como parte
importante e interrelacionada de una comunidad, sea familiar, laboral,
ideológica, religiosa o de esparcimiento. A nivel del hogar, colonia, barrio,
el pueblo, estado, país, planeta y universo.
El desarrollo y práctica cotidiana de estos siete VALORES aprendidos en
casa y desarrollados en la escuela, durante muchos años, permite que el
estudiante se convierta en un ser humano útil y positivo. Apto para ser un ser
humano consiente, un trabajador de excelencia, un virtuoso padre de familia y
un buen ciudadano.
Pero de qué manera los estudiantes refuerzan estos VALORES en la
escuela, sino existen “materias de valores”.
Muy sencillo, es ahí donde las materias académicas cumplen su función.
Las matemáticas, la física, la química, etc., son un medio, el
excipiente en donde se practican los valores. Al paso de los años, seguramente
muchos de estos conocimientos se olvidan, pero la forma de “adquirirlos” se
hace un hábito, un “estilo”, una forma de vida de la gente exitosa por
eficiente y eficaz.
En efecto, el estudiante debe poner en práctica los siete valores para
cursar sus materias académicas, sí aplica estos valores obtendrá elevadas
calificaciones, de no ponerlos en práctica, su bajo rendimiento no implica que
sea “tonto” o débil mental, sino que no tiene la práctica y disciplina
cotidiana y constante de aplicar estos valores en sus deberes escolares, lo que
a través del tiempo se convierte en malos hábitos, pésimo carácter y un
desafortunado destino con muchos conflictos e incapacidades.
Y lo que hace un estudiante cotidianamente en su salón de clases a lo
largo de muchos años, se convertirá en un hábito de trabajo, éste al tiempo
formará su carácter y su destino quedará determinado.
Sí es irresponsable, indisciplinado, no pone atención, no se puede
concentrar y no puede desarrollar la abstracción, además de ser conflictivo y
no poder trabajar en equipo, es irrespetuoso y no es solidario, además de sacar
bajas calificaciones, seguramente cuando esté trabajando actuará de la misma
forma, como lo hizo a lo largo de los años que estuvo en la escuela.
En mi práctica profesional he observado que en general, el trabajador se
comporta igual como se comportó en su escuela, no puede ser de otra manera.
El alumno que se la pasa jugando en el salón de clases al tiempo, se la
pasará jugando en su centro de trabajo, independientemente del trabajo que
desempeñe.
Y en general a los trabajadores se les paga por dos clases de trabajo,
el intelectual y el físico.
Por lo anterior, no importa en dónde estudien nuestros hijos, sino cómo
estudian.
Pueden estar en “la mejor escuela” o en la “peor”, lo importante es cómo
desarrollan sus valores cotidianamente en el salón de clases.
No importa tanto “qué carrera” estudien, sino cómo la estudian. Es muy
común que excelentes profesionistas se desarrollen con éxito en campos del
conocimiento que no estudiaron.
Además, hoy más que nunca la “información” caduca muy rápidamente, lo
que obliga a los profesionistas a mantenerse permanentemente en una actitud
autodidacta.
Para finalizar diremos que la escuela es un espacio para reforzar los
VALORES que en casa reciben los estudiantes. Para ello se utiliza a la
academia, pero en el entendido que la información es tan solo “un medio” y no
un fin en sí mismo.
Los padres que solo miden la educación escolar de sus hijos por las
calificaciones y que piensan que “mandan a sus hijos a educarse” a la escuela,
tienen muchas menos posibilidades de formar valores esenciales en sus hijos,
con los cuales podrían asegurar una vida con mayores posibilidades de un
desarrollo integral y por consiguiente lograr su plenitud existencial.
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